“La música de Rastrillos no es de conciencia. Yo veo a mi banda y digo: ¡somos los güeyes más inconscientes del planeta!. No tenemos una filosofía en especial, pero si debe haber una coherencia entre lo que decimos y nuestras vidas.”
Chino Velásquez, Rastrillos
Por Bang
Para hacer esta entrevista, debo confesar que tuvimos que soportar un tráfico endemoniado, de ésos que casi nunca hay en el DF. El sol a todo lo que daba, cinco personas en un auto, desesperados, cansadas, con la prohibición anticipada de fumar en el auto nuevo de la feliz propietaria (léase, la Cansito). Sedientos —con la resaca del viernes— sin saber exactamente dónde era el lugar. Después de dos horas de trayecto, lo logramos. Llegamos a la casa del Chino Velázquez ubicada en una colonia al oriente de la ciudad de México.
Preguntamos por él, a la banda que estaba afuera de la presunta casa. Por supuesto, el Rojo pregunta por él dando su nombre, y nos dicen: —aquí no vive ese güey—. El Rojo rectifica: —¿se encuentra el Chino—, —ah, el Chino, si, si está—. El Chino viene a recibirnos en compañía de su tres perros: la Luna (¡la perra más chida que he visto!, belleza que radica exactamente en su extrema fealdad y en su flojera permanente), Aika (la perra más encimosa y comprometida con su deber de mascota que he conocido) ¡y Rito, por supuesto! (o “PervertiRito”, como su dueño lo reconoce) y nos pasa a su acogedora, agradable, hospitalaria, atrayente, interesante y refrescante azotea de su casa.
Teníamos algunas preguntas elaboradas, a decir verdad, al viejo mexican style (como diría el Chino) habíamos dejado todo para el último y decidimos que la plática simplemente fluyera. No nos equivocamos. Quisimos empezar hablando un poco de los inicios de Los Rastrillos, más que una fecha histórica, el momento en que nació realmente el deseo, el ideal, el sueño, la banda de reggae.
—Un poco antes del Mundial del 86, en México, viajamos a Chiapas y allá conocimos a un rasta (por lo menos yo lo veía rasta, agrega el Chino) de Nueva York. Se levantaba todas las mañanas, abría su camioneta y ponía a Bob Marley a todo volumen. Ya allá, en Chiapas, me picarón los bichos por todo el cuerpo, y él sacó unos menjurjes y me los untó en el cuerpo... y se me quitó la urticaria y todo. Desde ahí asociamos al Bob con la vibra chida y nos dio curiosidad todo lo que tuviera que ver con él, desde el pedo social hasta el de religión... Nos empezó a envolver. Curiosidad de saber qué se sentiría tocar una rola del Marley y saber lo que se siente decir ésas cosas—.
Óscar le preguntó si es católico, responde —criado católico—, porque es en ésa etapa, la de conocer a Marley y en el momento de la búsqueda de identidad, cuando llegan a él la dudas y los cuestionamientos.
—Pensaba en ése tiempo: chale, también el catolicismo es algo hipócrita y después volteas y ves a éstos negros que fuman mota y hablan de la Biblia y dices: ¡pos se siente chido!, y claro, hay un sentir rastafarista, pero también lees y dices ¿cómo?, te empiezas a cuestionar todo. En esos momentos tuve la oportunidad de viajar a Jerusalén y a Egipto y en ésa dinámica de cuestionarlo todo digo ¿qué pedo con la Biblia? ¿si será cierto?, y ves a todas las religiones peleándose y tirando una pinche vibra a lo pendejo, y uno dice: no, así no es el pedo. O luego conoces a otros rastas que se creen muy rastas y dicen “one love y united”, pero, ¡pinches putos que se vayan a la verga, que se mueran, son el diablo!, y tú te dices: ¿cómo? ¿o todos o no todos? ¿o cómo? ¿los nacos no? Asi, contradicciones, falta de coherencia entre lo que se dice y se hace—.
Y así, entre el descubrimiento de su compatibilidad con el reggae, con las acciones, pero sobretodo con las palabras, el Chino dice
—Cualquier banda mexicana toca reggae, pero, ¡lo cabrón está en las palabras! Lo chido de los rastas y que nos hizo que nos cayeran un chingo de veintes, es que ellos reinterpretaron la Biblia… ¡y el lenguaje! a propósito de lo mismo, de las palabras, ¡de la fuerza de las palabras! Y lo que Los Rastrillos queremos, es seguir esa esencia de los rastas, de estar reinterpretando todo, pero siempre, siendo coherentes con las palabras que decimos y nuestras vidas. Por ejemplo, yo no doy crédito: ¿Cómo se logró salir al espacio exterior? ¡qué pinche tecnología! y que no se qué madre le tienen que poner a la nave espacial de carbono y luego ya ponen una estación espacial, ¡toda una pinche madre cerebral, que para llegar a ése pedo, está cabrón! Y luego volteas a ver al otro lado, todos de la verga, muriéndose de hambre, unos queriendo chingar a otros, ¿qué pedo con la coherencia?—.
Ya adentrados en la charla, Juan de Dios le pregunta que si cree que existe una evolución social, a lo que él responde: “A huevo, hay una evolución social, pero quién sabe qué pedo sea, porque nuestros valores quién sabe qué pedo..., por ejemplo, con el pedo de la infidelidad y nuestras costumbres arraigadas a las de nuestros padres y abuelos, y etc. Nos hacen sentir que hay un mal pedo con eso. La esencia sería ser leal, yo creo que lo realmente importante es la lealtad, ¡la congruencia! Porque por ejemplo, me pongo a pensar: lo importante es que estemos vivos, pero que respiremos... ¡es una pasadez de verga de millones de años de evolución!....y entonces ¿por que lo importante es la lana?¿qué onda con los valores? Yo estoy inmerso en ese pedo de los valores...”
Al cuestionarle su punto de vista acerca de la moral de la sociedad con las drogas, el Chino contesta: “mira, cuando estaba chavo, tenía un cuate que sus papás fumaban mota, y la banda llegaba y le decía: ¡¡¡tus papás fuman mota!!! (pero acá, bastante cisañozo el pedo), y tú veías como sufría. Entonces, yo he tratado siempre que mi hija sepa que fumo mota. Sólo congruencia. Pero, cuando conoces las drogas...a propósito de esto , yo tuve la oportunidad de cuidar a una adicta a la heroína suiza y ves cosas que sólo ves en las películas: una chava que ya no podía estar en sus cinco sentidos, pero, ¡adicta ya a ésos niveles!, y lo más culero de todo es que nos podemos hacer adictos a cualquier cosa, a todo. Por ejemplo, desde hace más o menos diez años, “la piedra” en México ha tenido una recibimiento muy cabrón. A mi no me gustaría que mi hija se hiciera adicta a ésas madres, pero tampoco al chocolate, por ejemplo, en ésa dinámica de que nada más tenga cuidado...no lo sé, es muy cagada la vida, cada vez lloro más...” y sonríe. El Chino, entre otras cosas , tiene una risa chida, de ésas que vienen desde adentro, de ésas que sientes por la vibra, de ésas que te mueven como el viento al agua, su risa viento, nosotros agua. Volteo a ver a mis amigos mientras platicamos con él, también lo perciben. Percibimos sus palabras, el poder de sus palabras, exclusivamente, por su coherencia, por su congruencia.
Seguimos platicando cerca de una hora más, lo siento, me dediqué a escucharlo. Escucho “El eslabón” canción de su nuevo disco “Esfuerzo Universal” y pienso en lo que nos dice poco antes de irnos: “es la dinámica de romper los patrones, o por lo menos cuestionarlos, ¡por lo menos!. Así es la vida: ¡tan exagerado a lo culero y tan exagerado a lo chingón!”
—Gracias Chino, vi las estrellas ése día. Gracias Rojo por el conecte, a ti Cansito, a Juan de Dios y a ti Oscar. Gracias por la boruca de ese día.—